sábado, 19 de mayo de 2012

LA FE COMIENZA DONDE LA RAZÓN TERMINA

El libro de los Hechos proclama aquella realidad de Cristo resucitado, tanto con obras como con palabras. En el discurso de San Pedro se manifiesta ese valor testimonial de la fe: "Nosotros somos testigos de estas cosas, con el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que son dóciles". En repetidas ocasiones los Apóstoles aparecen como mártires, testigos apoyados en la verdad de Cristo y su Espíritu. La fe que proponen los a judíos y gentiles se confirma con signos y milagros, entre los cuales se nota en primer plano la curación de un cojo por Pedro "en nombre de Jesucristo Nazareno". La fe en Jesús lleva a una transformación de la vida y una comunión entre creyentes, viviendo juntos y compartiendo todo. Su fidelidad se manifiesta en su perseverancia en la enseñanza de los Apóstoles, en la unión en la fracción del pan y en las oraciones.

En la epístola a los Hebreos se da lo que podemos llamar una definición de la fe, junto con una exégesis de cómo la vivían los protagonistas del Antiguo Testamento. "La fe  es la garantía (hypostasis) de lo que se espera, la prueba de las cosas que no se ven". Literalmente la palabra griega hypostasis se traduce mejor por el término latino substancia. En este sentido la fe es lo que está debajo de (o subyace a) toda nuestra esperanza; se refiere fundamentalmente a lo que no se posee, pero que se espera. Siendo el principio de nuestra esperanza, nos capacita para saber que el mundo ha sido creado por la Palabra de Dios, y que Dios remunera a quienes le buscan. También se repite un tema implícito en todo el Antiguo Testamento, el cual fundamenta la misma justificación del hombre: sin la fe es imposible agradar a Dios.








Encuentra, Comparte y Agradece la Fe










Enseñanza bíblica sobre la fe


En su sentido bíblico la fe puede describirse como la plena adhesión del intelecto y de la voluntad a la Palabra de Dios. Las dos facetas del verdadero creyente son: confianza en la persona que revela, y adhesión del intelecto a sus signos y palabras. En la literatura sapiencial la fe aparece necesaria e indispensable; la verdadera sabiduría incluye la fe. Las facultades intelectuales del hombre están encauzadas en una búsqueda de Dios.

En los Evangelios, la fe se desenvuelve con la revelación del Reino de Dios, cuyo fundamento es Jesús mismo. Este revela la doctrina de su Reino como quien tiene autoridad (Mt 7,7; Mc 1,22; Lc 4,32). y sus milagros los confirman. Sin embargo, Cristo deja claro que hace falta la gracia del Padre para tener esta fe en Él (Mt 11,25-27).
Esa gracia y correspondencia de la fe en Jesús, como Mesías, se refleja perfectamente en la confesión de San Pedro (Mt 16,16-18). La fe del Centurión esta considerada por el mismo Jesús como maravillosa (Mt 8,10; Lc7,1-10), precisamente porque el Centurión sabía lo que era autoridad para creer firmemente en su resultado: "pero di sólo una palabra y mi siervo será sano" (Lc 7,7). 
El modelo de la fe es la Virgen Marìa: Ella cree enseguida y deja obrar a Dios, según su palabra; Israel le dirá "Dichosa la que ha creído en la palabra de su Señor" (Lc 1,45). Si la Encarnación fue el comienzo, el hecho central y raíz de la fe evangélica es la Resurrección de Cristo, que inspirará toda la presentación de Jesús en otros escritos neotestamentarios (Hechos, Epístolas, Apocalipsis).


sábado, 12 de mayo de 2012

Señor Aumentanos la Fe

Lo esencial de la fe es aceptar una verdad por la autoridad de Dios que la ha revelado. El que para creer que Jesucristo está en la Eucaristía exige una demostración científica, no tiene fe en la Eucaristía. Lo único que sí es razonable es buscar las garantías que nos lleven a aceptar que realmente esa verdad ha sido revelada por Dios. Ésos son los motivos de credibilidad. Entre éstos está la definición infalible de la Iglesia que me confirma que una verdad determinada está realmente revelada por Dios. Cuando la Iglesia, ya sea por definición dogmática, ya sea por su Magisterio ordinario y universal, propone a los fieles alguna verdad para ser creída como revela por Dios, no puede fallar la virtud de la asistencia especial del Espíritu Santo que no puede permitir que la Iglesia entera yerre en alguna doctrina relativa a la fe o las costumbres.


Pidamos por medio de la siguiente oración a Dios, que nos aumente la fe

Dios mío, tu dijiste que soy más feliz
si creo en ti que si te hubiera visto.
Hazme capaz de creer como si viera,
que siempre te tenga ante mí
como si estuvieras presente corporalmente.
Que toda la vida mantenga la comunión contigo,
Dios escondido, pero viviente.

Tú estás en lo más hondo de mi corazón.
Cada idea de mi pensamiento,
cada buen deseo de mi voluntad,
provienen de la presencia dentro de mí
del Dios invisible.
Por naturaleza y por gracia estás en mí.
En el mundo material solo te veo borroso,
pero reconozco tu voz en mi conciencia íntima.
Si siento la tentación de dejarte,
Dios mío, ¡no me abandones!.
AMEN.

¡Que bonito es luchar cuando se tiene fe
y se valoran las cosas a la luz de Dios!

La fe sobrenatural me da la suprema de las certezas, pues no me fió de la aptitud natural del entendimiento humano para conocer la verdad, ni de la veracidad de un hombre, sino de la ciencia y la veracidad de Dios. Porque creo en Cristo, me fío de su palabra. Acepto a Cristo como norma suprema, y todo lo valoro como lo valora Él. Los hechos son la expresión del nivel de fe de una persona. No hay posible aceptación del programa de Jesús si no es mediante el lenguaje de los hechos. Seguir a Jesús quiere decir escuchar sus palabras, asimilar sus actitudes, comportarse como Él    identificarse plenamente con Él. Los que siguen a Jesús de verdad quieren parecerse a Él, se esfuerzan en pensar como Él, haciendo las cosas que le gustan a Él. Desean obrar bien, ayudar a los demás, perdonar, ser generosos y amar a todos. Tener fe lleva consigo un estilo de vida, un modo de ser.


La fe es esencialmente la respuesta de la persona humana al Dios personal, y por lo tanto el encuentro de dos personas. El hombre queda en ella totalmente comprometido. La fe es cierta, no porque implica la evidencia de una cosa vista, sino porque es la adhesión a una persona que ve. La transmisión de la fe se verifica por el testimonio. Un cristiano da testimonio en la medida en que se entrega totalmente a Dios y a su obra. Normalmente, la verdad cristiana se hace reconocer a través de la persona cristiana. El que no tiene fe no entiende al que la tiene, y sabe estimar los valores eternos. Es como hablarle a un ciego de los colores.






Significado de la fe


La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe "el hombre se entrega entra y libremente a Dios" (Dv 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. "El justo vivirá por la fe"              (Rm 1,17). La fe viva "actúa por la caridad" (Ga 5,6).

   
La fe es la expresión del amor de Dios. como medio de comunicación con el hombre.


Recordemos que la fe mueve montañas, cambia el corazón y es un medio para hablar con Dios.

Concepto de la fe

La palabra fe proviene del latín fides, que significa creer. Fe es aceptar la palabra del otro, entendiéndola, confiando que es honesto y por lo tanto que su palabra es veraz. El motivo básico de toda fe es la autoridad  (el derecho de ser creído) de aquel a quien se cree. este reconocimiento de autoridad ocurre cuando se acepta que el o ella tiene conocimiento sobre lo que dice y posee integridad de manera que no engaña.

Se trata de las fe divina cuando es Dios a quien se cree. Se trata de la fe humana cuando se cree a un ser humano. Hay lugar  para ambos tipos de fe (divina y humana) pero en diferente grado. A Dios le debemos fe absoluta porque el tiene absoluto conocimiento y es absolutamente veraz. La fe, más  que creer en algo que no vemos es creer en alguien que nos ha hablado. La fe divina es una virtud teologal y procede de un don de Dios que nos capacita para reconocer que es Dios quien habla y enseña en las Sagradas Escrituras y en la Iglesia. Quien tiene fe sabe que por encima de toda duda y preocupaciones de este mundo las enseñanzas de la fe son las enseñanzas de Dios y por lo tanto son ciertas y buenas.

La fe personal en Jesucristo es la aceptación de su propio testimonio hasta la adhesión y la entrega total a su divina persona. No es la mera aceptación de que Él existe y vive entre nosotros tan realmente como cuando vivió en Palestina; ni tampoco una adhesión de sólo el entendimiento a las verdades del Evangelio nos propone, según la autorizada
interpretación del Magisterio de la Iglesia. Es algo mucho más existencial y totalizante. Dice el concilio Vaticano I: La Iglesia Católica enseña infaliblemente que la fe es esencialmente un asentimiento sobrenatural del entendimiento de las verdades reveladas por Dios; pero la fe no sólo es aceptar una verdad con el entendimiento, sino también con el corazón. Es el compromiso de nuestra propia persona con la persona de Cristo en una relación de intimidad que lleva consigo exigencias a las que jamas ideo logia alguna será capaz de llevar.  
Para que se dé fe autentica y madura hay que pasar del frío concepto al calor de la amistad y del decidido compromiso.            Por eso una fe así en Jesucristo es la que da fuerza y eficacia a una vida cristiana plenamente renovada, como la que quiere promover el Concilio Vaticano II.